Los Detalles de Mr Bearns




Mr Bearns y su señora Jane llegaron por dos días al Dorado antes de seguir su intenso recorrido por el tour más sorprende que haya escuchado: Palo Alto – Houston, Bogotá, la Sierra Nevada en Santa Marta, Cartagena, Mompox, San José del Guaviare, Yopal, Bogotá y de nuevo camino de regreso a su hogar en California. Al preguntarle en la cena el motivo de un recorrido tan poco convencional nos contó que le gustaba ir a sitios  inexplorados. Su señora conoció el itinerario del viaje de 26 días a Colombia en el vuelo Houston - Bogotá. Casi siempre su marido le oculta los destinos hasta estar prácticamente aterrizando en ellos.  

 Al hablar del tema solo sonreía.  Los últimos años la pareja ha visitado distintos países, incluidos tres viajes a la India a lugares donde hasta su arribo no habían visto antes un hombre blanco, eso asegura.  Son una pareja única, no son pajareros como los demás huéspedes. Él, viajero incansable, prepara sus aventuras con tiempo y dedicación, siempre a destinos poco conocidos, viaja con su Nikkon y varios juegos de lentes, es hiperactivo, no quiere perder un minuto, pero a la vez se detiene con paciencia hasta lograr una imagen perfecta. Se tomó su tiempo en los colibríes, una tarde entera enfocando cada especie que nos visita en los bebederos; en las ranas endémicas de la Sierra que le mostró su guía, en unos lagartos oportunistas de cerca de su cabaña y en cada uno de los insectos que se pegaban a los vidrios del salón comedor o que aparecían por el camino. Ella con hablar suave, solo tiene ojos para su marido. En medio de la conversación él se paraba con su cámara y lentes a tomar una foto macro. Cada animal le parecía merecedor de su atención, cada detalle de su naturaleza única e irrepetible: sus alas, sus antenas, las patas, lo que parecía ojos. Los detalles hacen la vida, son la vida, era su frase explicativa para su amor por todo lo que lo rodeaba, en especial las criaturas pequeñas. Nosotros admirados, los observábamos con asombro.


 A veces las criaturas se posaban sobre él. Seres extraños para citadinos eran recibidos con gusto por Mr. Bearns y su cámara siempre lista. Le gustaba poner en sus manos cucarrones, mariposas nocturnas, y hasta bichos con presencia atemorizante. Luego con especial cuidado los dejaba en una rama o en el pasto húmedo del jardín.  Los Bearns amables y siempre sonrientes decidieron quedarse una noche más en El Dorado. Mientras él salía por los alrededores, ella lo esperaba paciente en el segundo piso de la sede social, se entretenía con los libros de aves y sus ilustraciones mientras él iba con su cámara por sus “detalles”. Antes de salir ella le recordaba usar su abrigo o al menos un suéter y claro, el impermeable.  Mr. Bearns tiene razón, los detalles son la esencia. Las cosas pequeñas, las trivialidades no son tal si cambian el día, la vida. Su amor por esos detalles me recordó los largos días un año atrás: la cirugía, la inesperada, lenta y dolorosa recuperación; la depresión durante el proceso, la pérdida de apetito y de peso… días largos. Días en lo que los detalles se hicieron importantes. Fundamentales. Los rayos de sol en una ciudad fría, la visita inesperada, la sonrisa que a veces parece cotidiana, la llamada del médico,  la voz del amigo que me alentaba a diario con optimismo, ese amigo que me repetía cada vez: “todo esto es normal, ya se te pasará”. Tenía razón.  Detalles, cosas pequeñas…

Un mañana cuando la pareja decidió subir, a más o menos una hora de aquí en carro, a la que llaman en la región la Laguna pero que en realidad es un nacedero de agua, sagrado para los indígenas, decidí caminar también cámara en mano, carretera abajo buscando las cosas pequeñas que tanto llaman la atención a Mr Bearns:  Una gota, una flor minúscula, una ramita de musgo, un pequeño hongo, un fruto insignificante, la sombra de una hoja sobre su tronco… detalles que están por el camino. Olvidé esa mañana el sonido de las aves, sus cantos, sus plumajes, dejé de lado las ramas y las copas de los árboles, olvidé la niebla que me rodeaba y me centré en los detalles. Fue una caminata extremadamente lenta, me detuve a observar, observar con detenimiento para no perder de vista una forma, un tono, un ligero brillo. Es una naturaleza difícil de registrar en una foto, así sea la mejor de las cámaras. Al verlas en la fotografía parecen de otro tamaño, se tornan protagonistas. Compiten con sus compañeros de ambiente en belleza y poesía.  Disfruté el recorrido. El sr. Bearns tiene razón en la belleza de los detalles, y en otra cosa: su pasión impostergable por lo que ama. No hay tiempo para perder. La pasión es para vivirla hoy. Mr. Bearns pierde su vista con el paso de los meses y lo sabe, pero no se agobia por eso. En lugar de entristecerse prepara sus viajes y no los posterga, con su cámara toma fotos de cada criatura, de cada detalle que lo rodea, quiere guardar esas imágenes en su retina más que en su Nikkon.  Su esposa lo acompaña y anima. Son una pareja única que se acerca a los ochenta años y se resiste a dejar “la vida y sus detalles”en un sofá en frente de un televisor con una mascota a los pies. Mr Bearns seguirá viajando, mientras su salud y sus ojos se lo permitan, siempre con su sonrisa, su Nikkonm y su hermosa esposa Jane.