Historias de Sombra y Niebla


Un ladrón puntual:  "cuando llega el banano, llego yo!"

No todo en la Sierra son caminos, senderos, aves singulares y bosques de niebla…  también están las historias, las tristezas y los recuerdos que muchos quieren olvidar.   A pesar de que han pasado algunos años desde que se recuperó la paz,  aún sus habitantes reviven la presencia de la guerrilla y posterior accionar de los paramilitares. Fueron años de conflicto que dejaron cicatrices en la memoria colectiva de los campesinos.  Cada cual tiene su historia familiar, su dolor y su esperanza por un presente mejor. El futuro para quien ha vivido la violencia es una promesa, un intangible, una ilusión. El presente es lo que cuenta, el presente en el que pueden caminar de noche, tomar una cerveza en la tienda de la Y, de la Doña, o en cualquier lugar, a cualquier hora sin tener miedo a una visita inesperada en la madrugada o a un llamado ineludible del Señor.  Fueron tiempos difíciles, sobre todo cuando no se tenía claro al Señor del momento, los enfrentamientos entre los grupos armados desconcertaban, el juego no era claro. Los campesinos se adaptaban, obedecían o sufrían las consecuencias. Hoy las cosas han mejorado. La esperanza de todos es que continúe la tranquilidad, que el silencio de las noches no se vea alterado con una nueva época de incertidumbre… 

Escarabajo rinoceronte y ¡vuela!

La historia de sangre de la región viene desde la Conquista, aquellos que llegaron en carabelas y galeones con caballos y uniformes desde más allá del Atlántico pusieron en la mira a los Taironas, un pueblo aguerrido del Caribe, a pesar de la resistencia acabaron con ellos. Otros pueblos indígenas fueron desplazados con el paso de los años Sierra arriba, los indígenas defensores del agua, la tierra y el canto de los aves poco a poco perdieron muchas de sus tierras, afortunadamente no todas, hoy guardan la parte alta de las montañas,  mantienen sus tradiciones, su lengua y su amor por la tierra. Los “hermanos menores”, todos nosotros, somos solo unos niños mal portados que necesitamos aprender a vivir en armonía con los otros, con la naturaleza, con el entorno.   La herencia de los conquistadores corre por nuestras venas, mucho de su afán por ganar a cualquier precio, de imponer su cultura, su visión del mundo, sus creencias a fuerza de sable y espada… herencia que además sofisticamos con ingredientes nuevos y muy propios. 

 Los campesinos de la Sierra son, muchos de ellos, santandereanos, llegaron a principios del siglo XX cuando el cultivo de café se volvió un sueño para extranjeros y locales, las haciendas La Victoria, Cincinati o Vista Nieve son ejemplo de ello, haciendas de cientos de hectarias que cubrían laderas enteras de la Sierra. Estos santandereanos llegaron con su cultura cafetera a apoyar estos proyectos incipientes que con el tiempo se convirtieron en referentes exportadores de café en la región. Los hombres son altos y formidos, muchas de sus mujeres vienen de la región de Ocaña son altas, de ojos grandes, blancas, de abundante cabellera negra, de belleza reconocida desde los tiempos del Libertador Simón Bolivar. Las familias campesinas no son costeñas a pesar de la cercanía, no tienen tradiciones de la costa caribe, aunque se presentan como orgullosos samarios de la Sierra, su acento y sus formas son del interior.   Estas familias han vivido y sobrevivido las diversas violencias de este país... desde la Conquista, los siglos de colonización, la independencia, el siglo XIX, el terrible siglo XX que inició con la guerra de los Mil Días, la Violencia partidista de los cincuenta...los ochenta, los primeros años del siglo XXI.  Sobrevivientes que asumen su presente y  viven con esperanza a pesar de las dificultades propias de las gentes del campo en este país.

Nuestra cultura tiene mucho que ver con lo que llevamos en la sangre desde nuestro origen, la colisión intolerante de culturas, la frágil construcción de esta nación;  en la Sierra se escucha cómo las guerras mancharon sus tierras para siempre. Un recuerdo que debe servir para luchar por lo que no debe repetirse jamás. 

Camuflada en el bosque una minúscula lagartija

  Pero dejemos esos temas que agobian el corazón de quien lo ha vivido y de quien escucha atento, aún con esos capítulos oscuros,  la Sierra mantiene su magia, su luz, su encanto por encima de los errores de los hombres, de su ambición por la tierra, su maldad. La Sierra atrapa con su belleza natural. Es fácil enamorarse de sus tonos, de sus sombras sugerentes, de sus residentes, moradores que van desde pequeñas ranas transparentes, arañas inmensas, lagartos minúsculos, ardillas pelirrojas,  zorros nocturnos, insectos atemorizantes, venados y monos aulladores… 

Esa es la Sierra, tierra única como cada rincón del planeta, que merece una oportunidad de respirar tranquila entre cantos de aves, aullidos de monos, niebla imprevista y campesinos trabajadores.

Otro estilo de escarabajo rinoceronte...


Todo tipo de residentes:



Algunos más peligrosos que otros:

Gusano de divertida cara pero peligrosa picadura