Tres visitas

Femme a la Mantille avec une Fleur. Picasso



Levanté la mirada y allí estaba ella, Margarita.  Ella justo frente a mi escritorio, muy seria, con cara de tener algo delicado por anunciar.  Lo primero que pensé fue: problemas. ¿Un derecho de petición sin responder? ¿Olvidé asistir a una reunión importante? ¿Firmé algo que no debía? Margarita era una de las abogadas de la dirección, una mujer joven, alegre, bulliciosa, de larga y ondulada cabellera negra, su particular risa era parte de nuestra vida cotidiana, no era raro escucharla aunque no estuviera cerca.  Para ese momento poco la conocía.  No mucho más de ser una de nuestras abogadas... de larga y suelta cabellera y una risa particular. No conocía a Margarita. Laboralmente se entendía con el director más que conmigo, por eso me extrañó verla allí, de pie tan seria.  Sin más palabras expuso la razón de su visita: ¿Doctora necesita una abogada para viajar al Guainía? Yo podría acompañarla. ..¡!  Así, sin el menor preámbulo ni introducciones lanzó su oferta. Quedé sorprendida. No lo había pensado hasta ese momento. ¿Viajar con una abogada a esos territorios? ¿Viajar al Lejano Este con una abogada? Luego de unos segundos, contesté: Claro que sí, necesito una abogada, ¿estás segura que quieres viajar conmigo?  Sabía que no era el santo de devoción para los funcionarios y menos aún para el grupo de abogados, teníamos diferencias sobre si el lápiz se deja al cumplir el horario o si al terminar la tarea. Luego de estos años creo, como ellos, lo primero; la "tarea" de oficina nunca finaliza... la vida sí.  Sin dudarlo un segundo asintió con su cabeza. Segura, respondió. Sorpresa. 


Paul Guillame, Novo Pilota 1915. A. Modigliani  Musee de L´Orangerie
Para antes del medio día me visitó el representante a la Cámara por el departamento del Guainía, un hombre  de hablar sencillo, vestido para su oficio de político en la capital. Ya estaba enterado que yo viajaría, aunque no estaba seguro si para su departamento. La Contraloría General había solicitado el retiro de los gobernadores en tres departamentos del sur-oriente del país por sus dudosos - o evidentes-  manejos del erario público. Mientras él dudaba, yo sabía que mi destino era, efectivamente, Inírida. Hablamos un poco, me contó de su departamento, los problemas de suministro de combustible por una política nacional que pretendía evitar su compra  por la frontera con Venezuela, en el Vichada, por temor a que el contrabando de gasolina  fuera a manos de los señores del despeje-, dicha política afectaba a la capital ya que el sumistro por el rio Guaviare, vía que usaba Ecopetrol,  estaba suspendido por las acciones violentas de las Farc en la región de Barrancominas, un corregimiento del departamento. En resumen, el pueblo -que para esos años dependía del combustible que llegaba por el rio- estaba sitiado, sin gasolina ni ACPM. Sería uno de los temas a tratar como gobernadora. Además del listado de problemas, hizo una detallada descripción de los miembros de la Asamblea Departamental, el cuerpo legislativo local: un profesional, un comerciante, un bachiller, un expolicía, un tecnólogo, un militar pensionado, dos dueños de tienda de abarrotes, y finalmente, el diputado conocido como "Rebusque", comerciante y que "le hala a todo", según sus palabras. Más adelante pude comprobar la certeza de la afirmación.  Estos personajes eran los responsables de la política departamental y de la mayoría de los contratos de la gobernación.  Luego del  quien es quien en Inírida, me advirtió de los intereses que se movían bajo la superficie y dejó en el aire el aroma de la corrupción. No lo decía como amenaza sino como una realidad. Le agradecí su visita.  Antes de despedirse, dijo una cosa más: Doctora, debe saber que la guerrilla anuncia un ataque para los próximos días. El verano llegó, el rio Inírida bajó su caudal y es inminente un ataque... ¿No lo sabía?  No lo sabía, ¿Cómo podría saberlo? Al fin y al cabo estaba en mi pequeña pero segura oficina.  Antes de partir agregó: Claro que cada fin de año se murmura lo mismo, aunque esta vez...  Un fuerte aguacero caía, yo escuchaba llover, nada más.

The Reading Room 1843. Johann Peter Hasenclever. Staatliche Museen zu Berlin
La tercera visita llegó al atardecer.  El día había sido largo y quería salir del ministerio antes de las 6,  recorrer  la carrera séptima, la lluvía había dejado un ambiente húmedo y frío, caminar entre vendedores ambulantes, jóvenes universitarios, pensionados, funcionarios públicos, familias que al llegar la noche congestionan la principal vía del centro de la ciudad y le dan su sello característico, quería caminar como lo hacía de vez en cuando, caminar un poco más de hora y media hasta mi apartamento, pensar. El plan se arruinó. Justo cuando me ponía mi chaqueta, Flor, la secretaria, anunció la llegada de dos funcionarios de la Dirección de Orden Público del Ministerio, querían hablar conmigo unos segundos.  Dejé mis cosas sobre el escritorio y los atendí.  Hablaron de su labor, los analisis que habían hecho y de la conclusión a la que habían llegado. ¿Cuál es? pregunté.  Doctora, usted puede estar tranquila, hemos estudiado los tres departamentos y el Guainía es el más seguro, es el mejor lugar para usted. Los observé, guerdé silencio por unos segundos, ¿Así?  Estamos seguros, respondieron.  Seguros -sin duda-, y tan enterados como yo en mi estrecha oficina ministerial.  Suspiro...

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