Femme a la Mantille avec une Fleur. Picasso |
Levanté la mirada y allí estaba ella, Margarita. Ella justo frente a mi escritorio, muy seria, con cara de tener algo delicado por anunciar. Lo primero que pensé fue: problemas. ¿Un derecho de petición sin responder? ¿Olvidé asistir a una reunión importante? ¿Firmé algo que no debía? Margarita era una de las abogadas de la dirección, una mujer joven, alegre, bulliciosa, de larga y ondulada cabellera negra, su particular risa era parte de nuestra vida cotidiana, no era raro escucharla aunque no estuviera cerca. Para ese momento poco la conocía. No mucho más de ser una de nuestras abogadas... de larga y suelta cabellera y una risa particular. No conocía a Margarita. Laboralmente se entendía con el director más que conmigo, por eso me extrañó verla allí, de pie tan seria. Sin más palabras expuso la razón de su visita: ¿Doctora necesita una abogada para viajar al Guainía? Yo podría acompañarla. ..¡! Así, sin el menor preámbulo ni introducciones lanzó su oferta. Quedé sorprendida. No lo había pensado hasta ese momento. ¿Viajar con una abogada a esos territorios? ¿Viajar al Lejano Este con una abogada? Luego de unos segundos, contesté: Claro que sí, necesito una abogada, ¿estás segura que quieres viajar conmigo? Sabía que no era el santo de devoción para los funcionarios y menos aún para el grupo de abogados, teníamos diferencias sobre si el lápiz se deja al cumplir el horario o si al terminar la tarea. Luego de estos años creo, como ellos, lo primero; la "tarea" de oficina nunca finaliza... la vida sí. Sin dudarlo un segundo asintió con su cabeza. Segura, respondió. Sorpresa.
Paul Guillame, Novo Pilota 1915. A. Modigliani Musee de L´Orangerie |
The Reading Room 1843. Johann Peter Hasenclever. Staatliche Museen zu Berlin |
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Un abrazo, Olga