View of Roofs and Gardens, Karl Blechen 1835, Alte Nationalgalerie Musee zu Berlin |
El espíritu
que deambulaba por el inexistente segundo piso, nos acompañó por dos o tres
madrugadas antes de ser descubierto. El
cansancio en las noches y los problemas del departamento en el día, hacían que olvidáramos
el asunto. Sabíamos que los verdaderos espectros no rondaban por el entretecho, sino por los
alrededores de la gobernación. Los poderes locales empezaban a resentir que la
gobernadora no firmara un solo cheque o giro, y que no lo iba a firmar sin
cumplir la ley… Pronto se develó el
misterio, el espíritu hizo su aparición. Margarita le madrugó al amanecer y decidió
dar una ronda por la casa, cerca de la cocina, se encontró de frente con el
origen de los pasos: ¿ratas o chigüiros? No había duda, concluyó, es un cruce solo
posible en estas latitudes. Las bestias corrieron al verse descubiertas. Ella,
tomó aire y luego de pensarlo un poco, me aseguró que se haría cargo de
inmediato.
Poco
tiempo se necesitó para que nos hiciéramos a una idea de la realidad. El desfile de ciudadanos con inquietudes,
quejas, solicitudes era innumerable; a todos se les atendió, hora tras hora,
día tras día. Mientras Margarita, a mi lado, leía con detenimiento los
documentos oficiales para mi firma –y los devolvía-; yo me transformaba, poco a
poco, en una especie de Evita tropical sin chequera: solo oídos, papel y lápiz. De nueve a doce del día tomaba nota de cada
solicitud, llamaba al funcionario respectivo y aseguraba que haríamos lo
posible... En definitiva, hacía poco.
Gestionar los procesos en marcha o desempantanar los que se habían
hundido por malos manejos requería de una labor de equipo y de tiempo para alcanzar un resultado.
Hacíamos lo que podíamos en aquél Lejano
Este. Escuchar era parte de ello. Algunas visitas me conmovieron, otras me
sorprendieron, otras lograron enfurecerme.
Landscape, Hughie Lee-Smith, 1958. SCAD Museum Art
Doctora,
vengo del corregimiento de San Felipe, en la frontera con Venezuela, tengo dos
solicitudes: la primera, si es posible, una biblioteca para el corregimiento,
nos gustaría contar con libros; y la segunda… podría darme una bandera. ¡! ¿En la frontera oriental de este país no hay
una bandera de Colombia? No. Es fácil
conseguir la venezolana, pero es imposible conseguir una de Colombia. Podría
darme una antes de regresar…
Doctora, tengo una operación en Bogotá, sufro de
hernia discal y debo operarme, el dolor no me deja en paz… necesito su
autorización para la compra de pasajes y para viajar la próxima semana, en la oficina de recursos humanos no encuentran mi carpeta, dicen que
legalmente no soy funcionario y llevo siete años aquí, todos me conocen…
¿Podría autorizar la compra del pasaje?
Doctora, no puede parar todos los contratos… no está
bien que detenga las obras, los compromisos… No ha firmado nada y tenemos compromisos en Barrancominas. Esta fue la frase con la que se presentó el
secretario de obras, funcionario de la gobernación.
El énfasis en las palabras compromisos y Barrancominas no era gratuito.
Para la época, 1999, el
aeropuerto del corregimiento de Barrancominas, Guainía, tenía más tráfico aéreo que Bogotá… y no aterrizaban particularmente turistas. En medio de los diálogos de paz con el
gobierno y la zona de despeje, las Farc no descuidaba los negocios. Al escribir estas líneas, encontré una noticia interesante: “El 31 de agosto de 1999, el General Fernando Tapias S. le informa al
Presidente Pastrana que un gigantesco cargamento de armas le había llegado a
las FARC. Estas habían sido soltadas desde aviones cargueros sobre
Barrancominas en el Guainía. 10.000 fusiles AK 47 que los guerrilleros habían
negociado con Vladimiro Montesinos, el asesor de seguridad y mano derecha del
Presidente Alberto Fujimori del Perú.” Preparaban
otra de sus conocidas faenas. El calendario marcaba el 13 de noviembre y, esa noche, el
secretario de obras insistía reiteradamente en
cumplir con la gente del corregimiento.
Luego de una intensa charla, le
aseguré que cumpliría con los compromisos, siempre y cuando dichos compromisos
tuvieran certificado de disponibilidad presupuestal… cumplieran la ley. Se quedó en silencio, se paró y se fue. Volvería.
Selfportrait, Egon Schile. 1912. Leopold Museum Viena. |
Doctora, somos del sindicato de maestros, como usted
sabe hicimos una huelga nacional hace pocos meses y no se nos han pagado los
días que no trabajamos. Exigimos que nos cumplan nuestros derechos
laborales. ¡! Miré a Margarita, el reloj marcaba
casi las ocho de la noche, ella, que ya conocía el tema, se dirigió al
personaje, y con absoluta calma dijo: por orden presidencial no se pagarán esos
días, tenemos la comunicación oficial en ese sentido… ¡Usted debe autorizar ese pago, interrumpió
el maestro, debe autorizarlo; en caso contrario, nos llevará a demandar a la
gobernación! No hay más que decir, agregué. Paciencia. Un largo día... encerrada en ese
despacho. ¡Esto no es legal!, exclamaba uno de ellos al retirarse de la oficina.
Pablo, el imperturbable Pablo, no se cansaba de
acompañarnos, allí parado en silencio… escuchaba todo, veía todo. Esa noche le
pregunté por el informe que debía presentar en la reunión del día siguiente; al
fin al cabo, era el secretario de gobierno y asuntos indígenas, debía preparar
su reporte y no lo había visto trabajar en otra cosa que no fuera
espiarnos. Lo tengo listo, respondió.
Suspiro. Un día normal.
Continuará...
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Un abrazo, Olga