Aclaras
que tu afecto es por
la
cabra lechera y la oveja merina.
Lejos
de sermones, gabelas o culpas que afloren eficaces.
¿Sangre
de un abuelo caminante? ¿Una fábula que te leyó de niño?
Dejas atrás tu experiencia y
títulos
debidamente apostillados;
Botella
idealista que flota
en
un mar incierto y sin corrientes a la vista.
Cambiaste
al locutor de las mañanas,
al
botón del montacargas,
la
sinrisa, el automático saludo y la soledad del ruido.
Con
tus ovejas y cabras a la vereda, a las montañas.
Tu
rostro se ilumina, murmuran los robles del camino.
Un
pastor de cuento, de silencios y cayado
Una
sonrisa, una mano levantada al campesino
que
va con su carga al mercadillo.
Sin
importar fecha o calendario
Hablas
del cencerro y el tiempo de la esquila,
Lo
sagrado de la fuente; el lobo no es desvelo.
Me
sonríes y confirmas:
No
es fábula de niño, es herencia descubierta,
Universo
sorprendente que me agota y estimula.
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Un abrazo, Olga