Ciudades subterráneas



Un extraño orden se impone
aún en el caos de la guerra.
La escasez, el desconcierto, la tristeza.
La rutina de otros tiempos se convierte
en reliquia, esperanza y agonía.



El silencio como un himno, vestigios de pan rancio.  
Suspiros retenidos a la espera de noticias:
Un hijo, un padre, aquél amigo de las tardes ya perdidas.
Ya no hay bailes, ni motivos.
La fiesta es de cañones, de tanques y de olvido


Otro invierno se avecina,
el mismo que circula por las venas
de quienes siembran ojeriza.
Egoísmo que codicia todo el fuego, la magia y la alegría.

  Allí están las ciudades subterráneas…
recoger lo esencial de la cosecha:
El libro de las noches de desvelo;
A los niños, su razón, su transparencia.



Allí están las ciudades subterráneas…
refugio de otros tiempos que sirve de consuelo.
Arriba los hombres seguirán con sus palabras sin sentido,
peroratas presuntuosas que originan  
ese orden tan extraño que se impone
aún en el caos de la guerra.





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Un abrazo, Olga